Cabernet Sauvignon, una francesa muy cosmopolita
El nombre delata el origen. La cepa de cabernet sauvignon es de origen francés, concretamente de la región vitivinícola de Burdeos y fruto del cruce entre las uvas cabernet franc y sauvignon blanc. Probablemente también es, gracias a series de televisión como ‘Falcon Crest’, una de las más famosas y reconocidas del mundo. Lo tiene todo. Fama, prestigio y ese punto de picardía que tanto nos gusta. Además, durante buena parte del siglo XX fue la uva tinta premium más plantada del mundo, hasta que le adelantó la merlot en los años 90.
Esta variedad, desde su Médoc natal, se ha extendido por todo el mundo y se ha adaptado a la perfección a los suelos, climas y latitudes de muchas regiones vinícolas. Es más, crece en casi todas las grandes zonas vitícolas, en un amplio espectro de climas, que va desde el valle del Okanagan, en Canadá, al valle de la Becá en Líbano.
De hecho, desde Francia, la uva se ha ido extendiendo por Europa y por el Nuevo Mundo, y se ha instalado en los Montes de Santa Cruz y el valle de Napa en California, la Hawke’s Bay de Nueva Zelanda, el río Margaret y la región de Coonawarra de Australia, y los valles chilenos del Maipo y de Colchagua.
De esta variedad se obtienen mostos de color intenso, oscuro y muy vivo, pero austeros y tánicos. Los vinos poseen una estructura muy interesante y un color estable si alcanza la plena madurez. La uva posee un hollejo, es decir piel, muy grueso del que se extraen muchos taninos dulces lo que permite su largo envejecimiento.
Cada copa parece un mundo. Si la madera es suave, da vinos de textura y fineza muy agradables. En el caso de que el vino sea un monovarietal puede carecer de suavidad y redondez, por eso se utiliza mucho con coupages con otras variedades como merlot o syrah.
Y como ejemplo, nada mejor que el Marqués de Valcarlos Rosado, en este caso un coupage de tempranillo, cabernet sauvignon y merlot. ¿Arriesgado? Pues sí, pero el resultado es digno de una buena reunión. Se trata de un vino limpio, brillante y equilibrado, de color rosa vivo con destellos púrpura. En nariz, tiene buena intensidad y recuerda a frutos rojos y ligeros toques florales. En boca resulta muy fresco y con marcada acidez.
Este rosado es fantástico para combinarlo con carnes frías o esas piezas de ibérico a la plancha. ¿Una idea para el fin de semana? Pues uno de esos asados lentos que nos permite presumir de horno. Nunca falla en otoño con platos de guarniciones generosas en patatas y/o setas, tomates y calabacines. Esos arroces con caza o algún pastel salado como la Quiche Lorraine son buenos compañeros de viaje. Hasta podemos abrir una primera botella para acompañar los “sabores amargos”, como los de la endivia y de la escarola, así como con los aderezos con pimienta.