¿Qué puedo comer sin pasaporte?
En bodegas Martínez Zabala sabemos que la Navidad no solo se ve en las luces y adornos que pueblan las calles. En España, villancicos y toda clase de canciones animadas que recorren las calles, las plazas, y los puestos de los mercadillos. Cada ciudad huele de una manera. También se huele en sus humeantes parrillas, sus bonitos escaparates y sus mesas y sillas, donde se reúnen familias y amigos entorno a bocados dulces y salados.
Una cocina tan personal, que rompe con facilidad esa globalización en la que caemos todos. Cada ciudad demuestra que tiene un alma diferente. Tiendas y mercados ofrecen en Navidad delicias locales a las que es difícil resistirse. Tradiciones compartidas, dulces únicos, bebidas calientes y toques muy personales que debemos buscar o llevar a casa.
CRACOVIA (POLONIA)
A lo mejor conocemos un ciudadano de Cracovia que está haciendo un Erasmus en España y queremos sorprenderle. Cualquier polaco sabe que Rynek Glowny es una de las plazas más bonitas de Europa, pero cuando la ocupa el mercadillo de Navidad, brilla aún con más belleza. Junto a la histórica Lonja de los Paños, este es uno de los más visitados del país, y no es para menos. Entre su gran tradición artesanal también cuenta una gastronomía única que alegra los paladares y reconforta de las frías temperaturas.
Uno de los productos estrella es la sopa en sus diferentes versiones. Desde la zurek – hecha con harina fermentada, salchichas, tocino, patatas y huevo – hasta la red borscht –una sopa vegetariana servida con uszka, bolas de masa rellenas de champiñones –, pasando por la pomidorowa, una sopa de tomate con caldo de pollo, verdura, crema agria y hierbas, todas son perfectas para combatir las bajas temperaturas. Otro de los manjares gastronómicos son el: pierogi, unas empanadas rellenas que se sirven con salsas, o el suculento bigos, que es un guiso con codillo, chucrut y patata. Reconfortan del frío y maridan a la perfección con una botella de Faustino I Gran Reserva, que siempre es una solución.
Sin duda, otra de las estrellas del mercadillo es el oscypek, el queso ahumado de oveja que se sirve con mermelada de arándanos o envuelto en tocino y ciruela, sin dar de lado la kiełbas kimyśliwska, una salchicha de cerdo aromatizada con humo de enebro. Comida contundente para los amigos del frio.
BASILEA (SUIZA)
Suiza siempre tiene una escapada. Una ciudad como Basilea es agradable todo el año. Orden y mesura incluso en Navidad. En los mercados de Barfüsserplatz y Münsterplatz es fácil encontrar una gran variedad de comidas y bebidas hacen las delicias de todos los visitantes. Empezando por los dulces, es imposible no caer en galletas típicas de la ciudad, como las änisbrötli, a las que se les imprimen patrones navideños, o las läckerli, con jengibre y fruta confitada, crujientes y blandas al mismo tiempo. Las öpfelchüchli – las manzanas fritas con azúcar y canela que se sirven a veces con natilla o helado –, Basilea es el paraíso de los golosos en Navidad, son perfectas para tomar con un Cava Faustino Brut Reserva.
Si estamos en Suiza no puede faltar el queso. El chäsbängel es uno de los más particulares, pues consiste en un trozo de barra de pan cuyo interior se rellena de queso y cebolla crujiente. Más allá de la famosa fondue y la raclette, con sus panes y patatas a las que se les suma encurtidos, y la käskiechli – pequeña quiche de queso suizo –, está la tortita de patata crujiente, la kartoffelpuffer, o el fischknusperli, pescado rebozado y frito, o el flammkuchen, una especie de pizza fina. Siempre podremos intentar preparar unos vom holzkohlegrill –pinchos de carne a la parrilla con un panecillo en la punta –.
ESTRASBURGO (FRANCIA)
Es la capital de Europa y también presume de ser la capital de la Navidad. Dicen que su gastronomía es fronteriza y por supuesto que está marcada por la región en la que se encuentra, Alsacia, en la que las tradiciones francesas se mezclan con las alemanas. La historia aquí tiene su prestigio y su cocina es fácilmente reproducible si sabemos mezclar la elegancia con el pragmatismo.
Es imposible una visita a cualquier ciudad de la zona sin disfrutar de los bretzels son uno de los productos estrella, que podremos encontrar en los numerosos mercados navideños que se pueden visitar en la ciudad francesa. La galleta, similar al bretzel, está hecha con una masa entre pan y brioche y que puede comerse con queso derretido o carne, y aunque es más salada que dulce, tiene un ligero sabor a mantequilla. Un Fortius Blanco Chardonnay puede ser una buena solución para este plato.
La tradición en Alsacia es hacer galletas en familia y compartirlas entre vecinos. Hay desde las butterbredle (con mantequilla) hasta las schwowebredle (con almendras y canela) o las anisbredle (con anís). No se queda atrás el pain d’epices, presente en muchos otros países, ni tampoco las manzanas de caramelo, o el berewecke, un pan de peras, nueces y frutas maceradas en licor. No está mal un vino tinto al lado de la chimenea.
NUREMBERG (ALEMANIA)
Los alemanes en Navidad parecen otros. Salen a la calle, pasean sin mirar al termómetro y cocinan con orden para recuperar muchas de sus tradiciones. Una ciudad de vista obligada es Nuremberg y su Hauptmarkt, que abre cientos de puestecillos, con artesanía y mucha gastronomía. Estamos en Franconia y la patata tiene mucho protagonismo. Se encuentran los famosos kartoffelpuffers, que aquí se sirven cubiertos con salsa de arándanos, de manzana u otros aderezos al gusto. Del mismo modo que en otros lugares de Europa, se puede devorar el flammkuchen – la tarte flambée de los franceses – o el champignonpfanne, un plato de champiñones fritos servidos con salsa de ajo.
Otra de las estrellas del mercadillo es la rostbratwurst, una salchicha pequeña creada en la ciudad y que suele comerse en grupos de tres dentro de un panecillo. Cualquier guiso con carne de cerdo es bien recibido y siempre hay que tener en cuenta su capacidad de preparar asados.
PRAGA (REPÚBLICA CHECA)
Praga es una ciudad que funciona en cualquier momento… En primavera es romántica, en verano bulliciosa y en Navidad trata de mejorar su gastronomía. En estas fechas hay protocolos que no fallan. Dicen que el mayor árbol de Navidad del país se ilumina en el mercadillo más grande y popular de la República Checa.
Estamos junto al ayuntamiento y la iglesia de Tyn lucen también adornados para el momento bajo la ilusionada mirada de parejas, familias y amigos que recorren ese laberinto de calles y algo para comer.
Hay que intentar probar un plato de pražskášunka, el jamón de Praga. Deshuesado y colgado de un palo sobre el fuego, este jamón ahumado es una especialidad local que atrae a las multitudes y que se vende por gramos. Un manjar poco conocido que compite con el olor de sus rojas y picantes salchichas asadas, las klobása, servidas con un pan integral local y adornadas con una buena dosis de mostaza, y sus patatas fritas, hranolky,
Para acompañar uno de los bocados más conocidos de la navidad, el palačinky – una especie de crepe rellena de frutas y mermeladas (también con versión salada) – es necesario hacerse con la versión más cítrica del glühwein, o una taza de medrovina, el hidromiel caliente que triunfa en todos los puestos de la ciudad.