Año nuevo, producto nuevo.
Siempre es un reto la puesta en escena de un nuevo vino y en Bodegas Portia lo saben muy bien. Con el nuevo Portia Gala Reserva del 2019 pueden estar muy satisfechos porque han logrado un vino excelente que, como todos los de su bodega, es capaz de convertir en una experiencia memorable, la buena mesa castellana. Sus platos típicos (buenas carnes, desde cordero hasta ternera) y guisos se elevan a otro nivel gracias un vino intenso y delicado a la vez que reúne todas las virtudes de su Denominación de Origen. Aquí se cumple aquello de que el vino es el reflejo de las gentes.
Se trata de un vino Ribera de Duero con todo lo bueno que asociamos a, en primer lugar, la alabada labor de Bodegas Portia, pero también a los muy característicos terrenos del denominado “Triángulo de Oro”, en Gumiel del Mercado. Con uvas Tempranillo cultivadas en los suelos arcilloso-calcáreos de la zona, pero con el mérito que tiene el Gala Reserva por tener su propia identidad. Al fin y al cabo, se dan cita los mejores antecedentes.
Por supuesto que también influye, aparte de la calidad del suelo y los viñedos de más de 30 años, el propio oficio de los responsables de cada uno de los productos de Portia. Su doble proceso de selección de la uva (manual y en mesa de selección), procedentes de parcelas muy seleccionadas de Tempranillo, a la que se añade la posterior mezcla de conocimiento manual y arcano y la mejor y más moderna tecnología a la hora de elaborar los siguientes pasos. Además, luego la uva se fermenta en depósitos troncocónicos de 30.000 litros para garantizar así que se perpetúen y refuercen todos sus característicos aromas.
Después de ese ritual, podemos disfrutar del resultado de todo este largo proceso, que como veremos no ha terminado. Estamos ante un vino que marida a la perfección con carnes rojas y también con arroces típicos de la comarca, pero también de otras nacionalidades. Incluso en platos de pasta con salsas de tomate encontramos un acompañante excepcional. Bodegas Portia demuestra así su oficio y talento desarrollado durante décadas de trabajo en su finca La Encina.
La causa y origen de todo está en el proceso de elaboración, en el que por cierto se respetan las últimas enseñanzas en cultivo y elaboración sostenible. La crianza del vino se prolonga durante 17 meses en barricas nuevas de roble francés escondidas en las entrañas de Bodegas Portia, que destacan por su eficiencia energética y modernidad. No es necesario hacer pasar al vino por ningún proceso de estabilización gracias a la baja temperatura de la sala de barricas, demostrando que el hondo conocimiento de la tradición y el poder echar mano de medios modernos marcan la diferencia.
El resultado, 47 meses después (a partir de los citados 17 meses el vino permanece en botella) es un vino tinto cargado de sentimientos, de color profundo, con aroma a frutas negras maduras como la cereza y la mora, pero aderezado todo con notas aromáticas de hierbas balsámicas. Algo así como un paseo por el bosque en tarde soleada. De alguna manera, un producto que consideramos integrador en su mezcla de emociones con esa fusión de madera, vidrio, acero, arquitectura y paisaje, que se refleja en la propia bodega.
La adecuada maduración añade al conjunto toques tostados y a tabaco y especias, creando un aroma complejo y delicioso que, en boca, destaca la presencia de esas frutas negras y la madera de roble donde ha sido elaborada, a la que incluso se añaden toques de chocolate negro. Taninos sedosos y un final largo y especiado rematan la experiencia. Aquí se demuestra que los clásicos también se adaptan al lenguaje moderno…