Poder y sentido en edificios emblemáticos de la Bodegas Martínez Zabala.
Dice que la arquitectura es la primera de las grandes artes. ¿Verdad, mentira o todo lo contrario? Da igual pero es evidente que la arquitectura protege nuestra manera de realidad cotidiana de un modo muy importante. Somos como vivimos y los edificios marcan nuestro ritmo. ¿Qué mejor momento para visitar nuestras bodegas y disfrutar de su vanguardista arquitectura?
Bodega Campillo fue pionera en demostrar el potencial de un edificio rodeado de viñedos. En cierta forma encontramos el concepto château francés de rodear las bodegas de los viñedos que la nutren. Como las más famosas bodegas francesas, en Campillo, para llegar al edificio donde se crea la magia atravesamos los imponentes viñedos que van desde la Sierra Cantabria a Laguardia. Un enclave natural precioso en el que se da buena cuenta de cómo se cuida la materia prima y la calidad de la misma.
Una vez en la propia bodega una gran escalinata de piedra y pizarra nos invita a entrar a conocer el proceso de elaboración del jugo que nos une allí a todos los amantes del vino, al llegar al final de la misma, un espectacular pórtico con siete arcos de medio punto abre las puertas a un lugar especial. Desde lo alto de esta, las vistas al viñedo son sobrecogedoras.
El diseño de Aurelio Ibarrondo juega con la simetría como un canal hacia la perfección. Por eso, uno puede ir una y otra vez. Un edificio majestuoso construido en piedra natural, en el que se pueden observar voladizos de madera y sillería. El interior de la misma es una muestra perfecta de lo que son sus vinos: una mezcla de tradición y modernidad, en el que la piedra, el granito, la pizarra, la madera y el acero están conjugados creando una sensación única de lujo y sobriedad al mismo tiempo que dan muestra de un buen gusto excelente.
Desde el vestíbulo en el que nos encontramos ahora mismo, se pueden contemplar los cinco niveles en los que se divide la bodega, todas unidas por una impresionante escalera de caracol. Aquí se han unido el buen gusto y el conocimiento para que la propia bodega sea el espacio perfecto para la crianza y elaboración de nuestro vino.
Ese homenaje a la proporción se demuestra también en Portia. Ahora nos vamos a un concepto más vanguardista. Nuestro rombo de oro, Portia. Norman Foster es su creador. En el corazón de la Ribera del Duero se erige este edificio vanguardista pero que no deja de lado las condiciones idóneas para su finalidad. Si la ves desde el cielo se aprecian los tres espacios diferenciados, unidos en uno solo como si fuera una estrella de tres puntas. El acero, la madera, el hormigón y el vidrio se han unido de manera perfecta para hacernos sentir una vez dentro que no hemos salido del campo.
Cada uno de los brazos de la bodega tiene tres pisos, y están parcialmente enterrados. El primero de ellos se corresponde con el lugar de fermentación, otro con la crianza en barricas, y el último con el de envejecimiento en botella. Dota así a cada espacio la oportunidad para que se den las condiciones idóneas en cada uno de ellos para su finalidad, aportando un lugar único para cada etapa de sus vinos pero a la vez unidos entre sí. El acero cortén del revestimiento hace que el propio edificio parezca parte del paisaje rojizo. Esto, unido con la modernidad de su construcción como el vestíbulo y su escalinata que parece sacado de una película del futuro hacen que esta sea una bodega única.
Si eres amante del vino y de la arquitectura no te puedes perder visitar estas dos construcciones, un plan perfecto para este próximo 1 de octubre, Día Mundial de la Arquitectura.
