Otro color para el viñedo.
En Bodegas Campillo saben muy bien que para llegar al público hace falta esforzarse en hablar su lenguaje, adaptarse a nuevos tiempos y, en definitiva, asegurarse de que las mejores tradiciones siguen de moda. Iniciativas como Drink Pink, que mezclan música, buen vino y naturaleza, están destinadas precisamente a eso: crear experiencias universales e imperecederas que perduren en nuestro recuerdo.
Color, risas y fiestas son buenos pilares para disfrutar. El 8 de julio tiene lugar en sus instalaciones, en pleno viñedo de Bodegas Martínez Zabala, el esperado concierto de Mundo Chillón. Una idea que mezcla vino, música y paisaje a un precio accesible (25 euros los adultos, 10 los menores de 10 a 18) en dos pases, uno de mañana (11:30 a 14 horas) y otra de tarde noche (de 20:30 a 23 horas).
Mundo Chillón es un grupo de lo más ecléctico que encaja perfectamente en la experiencia Drink Pink. Su creador, Pedro Chillón, mezcla la música de conservatorio y sonidos clásicos como la tuna con otros sonidos y propuestas artísticas heredadas de artistas como El Gran Wyoming, Pablo Carbonell, o incluso iniciativas de otros tan reconocidos como Javier Krahe o Kiko Veneno, a quienes ha teloneado en otras ocasiones.
Todo ello bien mezclado y agitado con la tradición del absurdo español iniciada con Valle Inclán y continuada por otros genios como José Luis Cuerda.
Pero si hemos definido Drink Pink como experiencia es por una razón. La entrada incluye también la degustación de tres vinos, el acceso a un delicioso food-truck, la visita a la bodega y un obsequio. Todo ello en un entorno natural idílico, el de los viñedos de la bodega Campillo en La Rioja.
Unas instalaciones a la última dedicadas en cuerpo y alma a conservar las tradiciones vinícolas del lugar. La tecnología y la modernidad no tienen que estar reñidas con el conocimiento acumulado de generaciones.
¿El resultado? la elaboración de los mejores vinos de la Rioja Alavesa, con toda su variedad, riqueza y elegancia. Un espacio abierto a Sierra Cantabria y Laguardia pero enmarcado por un conjunto arquitectónico pensado con el mismo mimo y cuidado que se aplica a los vinos. Erigiéndose sobre el extenso viñedo, el edificio de Bodegas Campillo se nos revela como un edificio de piedra natural con siete arcos de medio punto e importantes adiciones en madera que le dan ese aire tradicional y agradable.