El verano es buena temporada para Laguardia
Nadie duda de que Laguardia es uno de los pueblos más atractivos e interesantes de toda la Península, con el añadido de que todavía no ha sido descubierto por el turismo de masas y ofrece a los visitantes una experiencia tranquila y satisfactoria, ya sea por su riqueza monumental o el disfrute de la buena vida, con una gastronomía y unos vinos maravillosos. Enclavada en lo alto de un otero, goza de varios miradores desde los que se contempla una panorámica asombrosa, con los picos de la sierra de Cantabria y los inmensos viñedos que descienden por esas lomas onduladas hacia el valle del Ebro. Se impone por tanto asomarse al exterior y disfrutar de los numerosos atractivos que hay a poca distancia de su casco histórico.
Que ésta siempre ha sido una buena zona para vivir lo demuestra la existencia de restos prehistóricos de todas las épocas posibles. Las posibilidades de hacer un viaje en la historia – o mejor dicho, ¡en la prehistoria! – son numerosas. Por ejemplo, se puede seguir la Ruta de los Dólmenes. A los pies de la Sierra de Cantabria, siguiendo más o menos una línea este-oeste, hay una buena cantidad de restos megalíticos, y al menos una decena son importantes y están estudiados. El más cercano a Laguardia es el dolmen de San Martín, con una cámara formada por diez losas. Muy cerca también está el del Alto de la Huesera y la conocida como Chabola de la Hechicera, que fue restaurado en los años 70.
Uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de todo Euskadi es el Poblado de La Hoya, que estuvo habitado al menos durante mil años, y en él los arqueólogos han observado la relación, no siempre pacífica, entre las poblaciones de origen indoeuropeo, de Europa Central, con los celtíberos. La llegada de estos últimos impulsó el desarrollo de esta villa debido al comercio y la agricultura.
Tal vez convenga añadir que, cuando el Poblado de La Hoya fue abandonado, sus habitantes se instalaron en el cerro que ahora ocupa Laguardia. En un lugar estratégico levantaron hace 2.100 años el Estanque de la Barbacana, que es el más grande de sus características de toda Europa. Lo curioso es que fue descubierto hace apenas 20 años. El centro de interpretación ayuda a entender la importancia de esta obra hidráulica prehistórica.
El agua sigue siendo el hilo conductor de nuestra ruta, en este caso no por el patrimonio cultural sino por el natural. En los alrededores de Laguardia abundan los humedales, recuerdo de los tiempos lejanos en que toda la zona estaba cubierta por un gran lago. Al final la zona se drenó a través del Ebro y quedaron unas lagunas en las depresiones del terreno, y las más cercanas a Laguardia son los humedales de Carralogroño y Carravalseca. Ambos forman parte de una zona protegida por su alto valor paisajístico y por considerarse refugio de una flora y una fauna abundante e interesante. Junto al agua aparecen juncales y carrizos, y más allá hay robles, enebros, madroños y encinas, además de plantas aromáticas.
Un recorrido por los alrededores de Laguardia es incompleta sin la visita a las Bodegas Campillo, que reproduce el concepto de los chateaux franceses. Adentrarse en esta bodega permite descubrir los secretos del buen vino, el amor por este producto, y hacer una degustación guiada de los mejores vinos. Además siempre hay exposiciones de arte. Una combinación perfecta de arquitectura, vino, naturaleza, arte e historia.