Técnicamente, un decantador es un recipiente con un amplio cuerpo con el objetivo de decantar los restos sólidos del vino. Su forma y el tiempo de decantación permiten mostrar mejor las cualidades de cualquier vino.
Un decantador es un objeto bonito y tiene parte de ritual, pero no es necesario decantar todos los vinos. Hay factores que condicionan este proceso, como el tipo de uva, el envejecimiento o la añada de la botella. La variedad y la componente estética condicionan la elección. Existen decantadores de diferentes formas y tamaños, pero suelen clasificarse en dos tipos.
Por un lado, decantadores de máxima oxigenación: también llamados aireadores son aquellos que dada la anchura de su boca y sus paredes permitirán que el vino rompa y se oxigene o airé más rápidamente. Son muy útiles para vinos reserva y gran reserva. Por otro lado, están los decantadores de mínima oxigenación: son aquellos con la boca más estrecha e inclinación de las paredes menos pronunciada. Este tipo de decantador lo utilizaremos para eliminar los posos o sedimentos del vino, o cuando consideremos que el vino no necesita. Se utilizan más con vinos jóvenes, para esconder los posos y residuos naturales del vino.
El material también es importante. Básicamente, deben estar elaborados en un material transparente (normalmente vidrio o cristal), para poder ver con claridad el color, la limpieza o la intensidad del vino. Su boca debe ser amplia y de fácil manejo, y también deben tener una capacidad de un litro o más para que se pueda introducir el total de un botella de 75 cl.
La decantación tiene sus objetivos. Por un lado, el separar los sedimentos o posos del vino. El vino es un producto vivo y durante su envejecimiento, forma una serie de sedimentos que se acumulan en el fondo de la botella. Son los llamados posos del vino, que en algunas ocasiones son muestra de la buena calidad del vino, por lo que la presencia de estos sedimentos no implica que el vino sea de mala calidad.
El proceso tiene sus pasos. En primer lugar debemos colocar unas horas antes el vino en posición vertical para que los sedimentos se acumulen en la parte inferior de la botella. Una vez abierta la botella, se debe introducir el vino en el decantador, lentamente. Se debe realizar de forma cuidadosa y con suavidad, evitando mover demasiado la botella para que los sedimentos no entren en suspensión.
Cuando veamos que los posos se acercan al cuello de la botella deberemos parar. Una vez hayamos servido toda la botella de vino debemos dejarlo reposar unos minutos. Esa es la manera de que cualquier sedimento se deposite en el fondo del mismo.
En vinos de mucha edad, con procesos de envejecimientos largos, cuando abrimos la botella detectamos un olor ligeramente desagradable. En estas ocasiones el contacto del vino con el aire hará que aparezcan los aromas propios del vino.
Hay que dar un tiempo al vino y podemos aromatizar la copa sirviendo un poco de vino. Hay una razón física. El decantador tiene una superficie mucho mayor que la botella, por lo que el contacto con el aire será mayor y permitirá que se airé en menor tiempo.
Por último, ayuda a abrir el vino. El decantarlo en este caso permitirá abrirse al vino, es decir, se desarrollen de manera adecuada los aromas de vino muy poderosos aunque sean jóvenes. En este caso no importará tanto el decantarlo de manera lenta y cuidadosa ya que el aire favorecerá este vino. Algo parecido a los giros del vino en la copa antes de beberlo.
A disfrutar, y si podemos comprar uno bonito, ¡mejor que mejor!