Acaba de entrar la primavera en nuestras vidas. Los días se van alargando y, al mismo tiempo, suben las temperaturas. Se plantea incluso lo que nunca habíamos pensado en invierno: hacer un picnic en el campo. Todo es muy bonito, hay flores en la pradera y cantan los pájaros, pero no hay quien se beba nuestra botella de vino blanco o rosado. Incluso en casa aparece esa incomodidad de tener que guardar la botella en la nevera una vez que se sirve el vino y tener que levantarse cada vez que se quiera llenar otra vez la copa. Incluso nos planteamos cómo guardar esas botellas especiales en casa, que al fin y al cabo también siente el cambio de temperaturas. Todo ello genera unas situaciones incómodas para las que el ser humano ha encontrado varias soluciones, ya sea en el momento puntual de una comida o para el almacenaje durante meses.
La solución básica para tener bien fría una botella en la mesa es la de toda la vida: una cubitera. Es un recipiente lo suficientemente amplio como para que quepa la botella y una buena cantidad de hielo o, también, una mezcla de hielo y agua fría, que mantiene el vino a una temperatura más o menos adecuada durante toda la vida útil de la botella.
Un sistema más sofisticado es el uso de bolas enfriadoras. Normalmente son de acero inoxidable y su uso es muy sencillo, basta con tenerlas en el congelador y, en el momento en que se necesiten, introducirlas en el decantador en el que se vaya a servir el vino.
Ahora imaginemos que nos vamos de picnic o que organizamos una comida en el patio de nuestra casa del pueblo, así que necesitamos algo que nos sirva para conservar
la temperatura del vino, no para enfriarlo. Desde hace décadas se han utilizado las llamadas neveras portátiles, que no son otra cosa que una caja hecha de material aislante donde se guardan las bebidas frías, normalmente con hielo. Es como la cubitera que ponemos en la mesa pero estanca, así que podemos meterla en el coche y llevarla donde sea. Las bolsas que usamos para llevar los productos congelados desde el supermercado a casa también nos pueden servir en un momento dado.
También están los enfriadores, que son fundas flexibles que se guardan en el congelador y sirve para proteger la botella durante nuestra comida. Esto ha existido desde hace muchos años con un sistema más ecológico. Consiste en un vaso de barro, del tamaño justo para que entre una botella. El vaso se empapa bien con agua fría de manera que lo empape. El artilugio funciona por el mismo principio que el botijo, manteniendo, mediante la evaporación del agua que ha mojado el barro, el vino a la temperatura adecuada. Es la solución más antigua y económica, y sirve tanto para un picnic como para una comida durante un safari.
Hay una cuestión mucho más general que es el de la conservación a la temperatura adecuada de los vinos, pero no durante la comida sino durante mucho tiempo en nuestros domicilios. Los que no disponemos de una bodega acondicionada en el subsuelo con las condiciones perfectas de humedad y temperatura pero queremos conservar adecuadamente nuestras maravillosas botellas podemos recurrir a una vinoteca. Es un pequeño armario en el que controlamos perfectamente las condiciones de almacenaje. Es una especie de nevera para el vino. Así podremos estar seguros de que nuestra pequeña bodega conserva perfectamente nuestros tesoros. Cuando llegue el momento lo disfrutaremos plenamente.