Escapada con Cava en la Rioja-Alavesa

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Escapada con Cava en la Rioja-Alavesa

Tres pueblos para montar un pic nic

Los cavas de Faustino son perfectos para una salida diferente. Al atardecer, disfrutar del ritual de extender la manta, sacar las copas e improvisar un pica-pica más o menos sofisticado tiene mucho de descubrimiento.

Es la escapada perfecta, con opciones para todos y en todas las épocas del año. La Rioja Alavesa siempre apetece, pero las puestas de sol de finales de verano, con los viñedos a punto de vendimia son un paisaje que no nos podemos perder.

Siempre que pensamos en la Rioja Alavesa imaginamos sus bodegas, sus pueblos de piedra y verde, y vino, mucho vino. Pero ¿qué tal si en una escapada le damos el protagonismo al escenario?

Porque sí, La Rioja Alavesa también tiene buen cava. Una buena muestra son las cinco modalidades de cava de Bodegas Faustino, desde los Brut Reserva al Extra Seco, pasando por el Rosado y el Semi Seco. Cualquier elección es buena, y además el escenario acompaña.

Pequeñas carreteras que nos llevan a tesoros como Laguardia, donde están nuestras bodegas Campillo, por Oyón, cuna de Faustino, y por pueblecitos que viven al margen de las grandes rutas turísticas pero que son verdaderas joyas.

Escapada con Cava en la Rioja-Alavesa

Una de estas joyas es la pequeña Labraza, una de las poblaciones fortificadas mejor conservadas del mundo, y la villa amurallada más pequeña del País Vasco.

Escapar a Labraza es hacer un viaje a la Edad Media. Está enclavada en lo alto de una colina y fue el Rey Sancho VII de Navarra el que la fundó. El pueblo son en realidad tres calles estrechas, con pasadizos y placitas en las que dejar transcurrir el tiempo escuchando el repiqueteo del agua en sus fuentes.

Merece la pena visitar concretamente la Fuente del Moro, del siglo XIV, y buscar en uno de sus caños el rostro gótico que se esconde. Esta fuente está excavada en la ladera sur de la muralla y antiguamente tenía desde ella un pasadizo secreto por el que se podía entrar al interior de la villa.

En Labraza no hay mucha oferta gastronómica, no cabe en sus tres callejuelas, pero es el lugar ideal para llevarse un picnic y disfrutar de las vistas panorámicas desde su muralla. Viñedos, almendros y campos de cereal como protagonistas… o hacer unas chuletillas al sarmiento en el Pinar de Dueñas.

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Otro pueblo que nos reclama es Elvillar. Para muchos el pueblo de los dólmenes y las brujas. La prehistoria da una personalidad muy especial a este pueblo.

En los folletos, siempre se menciona su núcleo urbano y sobresale la plaza mayor de Santa María, presidida por la grandiosa iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, una serie de casas palaciegas de buen porte y la casa del «Indiano», un hermoso palacio barroco del siglo XVIII.

Pero su riqueza reside, sobre todo, fuera del casco urbano, en los importantes restos prehistóricos hallados en la zona, como, por ejemplo, el espectacular dolmen de La Chabola de La Hechicera. Fue descubierto en 1935 e impresiona por su tamaño y por su excelente estado de conservación.

En las inmediaciones, se halla el «Abrigo de Los Husos», un importante yacimiento arqueológico donde se han localizado, por primera vez, ganadería doméstica y restos de cultivos de cereales, así como los primeros establos en los que se atestigua una práctica ganadera firme y bien arraigada.

Elvillar celebra sus fiestas patronales en honor a San Roque los días 15 y 16 de agosto, días en los que predomina el buen ambiente. En la víspera de estas fiestas, los lugareños celebran un akelarre en los alrededores del dolmen de «La Chabola de la Hechicera».

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Y buscamos un tercer pueblo para una escapada siempre tenemos la opción de Lagrán que un cruce de caminos y por eso son numerosos los senderos que atraviesan el municipio. El GR-1 que el sendero histórico-natural entre el Mediterráneo, la Meseta y el Atlántico. Ese sendero pasa a un kilómetro de Lagrán, atravesando el hayedo situado al sur del pueblo, siguiendo la ruta Bernedo-Peñacerrada.

Si buscamos un lugar más coqueto tenemos la Senda de las Carboneras, que lleva desde Lagrán a la Cruz del Castillo. Antiguamente sirvió para comunicar los puertos del Mar Cantábrico con los pueblos de la Rioja y proceder al comercio de aceite, pan, lana… a cambio de carbón, cal, patatas, pescado en salmuera, etc. Cualquier lugar es bueno para disfrutar de las vistas con una copa de Cava Faustino.