Para beber con conocimiento de causa…
Son muchas las leyendas sobre el vino, testigo del devenir de la historia desde tiempos remotos. El vino es parte de nuestros usos sociales… Dioses, ninfas, profetas o héroes saben que el vino es un movilizador de emociones. Hoy contamos cinco de los fascinantes relatos que lo rodean. Creerlos o no solo depende del aficionado… En cualquier caso, nunca está de más dejar volar la imaginación y sumarle algo de literatura a esta bebida legendaria que nos alegra las copas y nos da grandes momentos.
1.- La Biblia y el vino
Sobre el origen del vino sobran las versiones que han trascendido a lo largo del tiempo. Una de las más curiosas se recoge en las Sagradas Escrituras. Y es que según la Biblia y la pintura de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, tal y como cuenta el Antiguo Testamento, lo primero que hizo Noé al bajar de su barca fue plantar una viña, con cuyos frutos hizo vino y bebió hasta la saciedad, emborrachándose.
Pensándolo bien, no se nos ocurre una mejor manera de celebrar el final del Diluvio Universal. Ya lo decía Ezequiel, “dad vino a quien tiene el corazón lleno de amargura”. Además de repoblar la Tierra, a Noé le habría sobrado tiempo para regalarnos uno de nuestros mayores placeres.
2.- Egipto y el cultivo de la vid
Distinta interpretación encontramos en la mitología egipcia, según la cual, sin embargo, sería el rey-dios Osiris quien habría enseñado a la humanidad todos los secretos del cultivo de la vid, aprendiendo así a cosechar y guardar el vino. Su esposa Isis, diosa de la agricultura, habría sentado por su parte las primeras bases en la metodología de la crianza, velando por el proceso de vinificación del jugo en aquellas primeras bodegas. Los egipcios hicieron del vino un patrimonio casi universal.
3.- Reservas con el vino en la Antigua Grecia
La importancia de la Antigua Grecia sobre la historia del vino es tal que bien merece un capítulo aparte. Para ilustrar cómo ha trascendido la influencia de esta civilización en nuestra cultura vinícola, dicen que la botella de 75cl no es fruto de la casualidad: si lo normal es compartirla entre dos, la cantidad equivale a los 3 vasos que el poeta Eubulo fijó como la cantidad idónea por cabeza.
Parece que los griegos bebían con moderación, al menos algunos. Dicen que solían diluir el vino en agua. Lo contrario solo era apto para los bárbaros, los únicos capaces de soportar los grados que entonces tenía este elixir.
Tanto es así que quienes se atrevieron a beberlo al natural acabaron muy mal: el rey espartano Cleomenes enloqueció tras hacerlo, y Brennus, líder de los Senones, lo usó para poder suicidarse tras perder una batalla.
4.- Don Pérignon y las burbujas
El champán, ese lujo que hoy no falta en nuestras celebraciones más especiales, nació como un vino loco, ingobernable para el monje benedictino que lo descubrió por casualidad: Don Pierre Pérignon. Obcecado en crear un vino nuevo, quiso hacer un blanco a partir de uvas tintas. No paró hasta conseguirlo, pero cuando lo hubo logrado, apareció un problema que lo atormentaría por muchos años: surgían burbujas en sus botellas. Desde entonces, dedicó su vida a buscar una solución, pero aquel vino burbujeante fue ganándose el favor de todo aquel que lo probaba, negándose a las supuestas versiones mejoradas del monje.
5.- Luis XIV, loco por el vino
Que el vino y la realeza siempre han ido de la mano no es ninguna sorpresa. Todo parece indicar que Luis XIV, el rey Sol, sentía una auténtica pasión por el vino que marcó toda su vida hasta el final de sus días cuando, según cuenta la leyenda, seguía pidiendo fondillón de Alicante. También durante esta etapa, aquejado de una gangrena en la pierna, habría buscado la solución a su mal sumergiéndose por completo en una bañera colmada de vino. Gran fanático de la caza, para cada jornada también preparaba cuarenta botellas que al final acababan bebiéndose sus criados. Un día descubrió el percal y comprendió tan bien el afán de sus súbditos que a partir de aquel entonces, ordenaba cuarenta y una, para asegurar la suya.