Vino y arte, maestros de pintar y beber
Durante el Renacimiento se produjeron muchas transformaciones profundas en la cultura occidental. Una de las razones fue el redescubrimiento de la imaginación pagana, mitológica. Los dioses y diosas antiguos habían desaparecido prácticamente durante la Edad Media pero durante el Renacimiento su presencia se convirtió en una fuerza poderosa de la civilización occidental. Uno de los personajes fundamentales del panteón antiguo que resurgieron con más fuerza fue Dioniso o Baco, el dios del vino y de la vinicultura, de la alegría de vivir. Una vez que los artistas renacentistas lo tomaron como personaje de sus obras ya quedó en el imaginario de todos como esa figura poderosa, llena de significado, sobre la que había que volver una y otra vez. Hay infinidad de obras que muestran al dios del vino como personaje central de grandes cuadros. Un repaso a la obra de tres pintores de primer nivel será suficiente para calibrar su importancia en la historia del arte europeo.
Tiziano (1488-1576)
Como muchos pintores de la época, Tiziano encontró en Baco un personaje sugerente, un dios cargado de misterios que, como protagonista de sus obras, le permitía desarrollar muchas de sus obsesiones, tanto en lo referente a la forma como en el fondo de sus cuadros. Es famoso su cuadro La bacanal de los andrios, es decir, de los habitantes de la isla de Andros, isla que le estaba dedicada y de la que se decía que, por su influencia, en ella corrían ríos de vino en lugar de agua. Esta bacanal de Tiziano es una fiesta alegre, divertida, en la que prima el placer. En la época del pintor ya nadie creía en la religión que originó esos mitos pero disfrutaban de sus representaciones como objeto estético y refinado. En esa escena, el vino hace felices a los hombres y mujeres que participan en la fiesta y el cuadro es un homenaje a la alegría de vivir. El propio Tiziano hizo otro cuadro más, Baco y Ariadna, que representa el encuentro de ambos personajes en la isla de Naxos.
Caravaggio (1571-1610)
El Baco adolescente es una de las obras más conocidas de Michelangelo Merisi da Caravaggio, a quien todos llamamos simplemente como Caravaggio. El pintor, de vida digamos poco recomendable, se especializó en pintura religiosa. Dentro de su producción de Cristos, Vírgenes, Santos y Ángeles para los que usaba prostitutas y mendigos como modelos en el tiempo que le dejaban libre las peleas y las borracheras, el pintor creó una de las imágenes icónicas del dios del vino como un joven fuerte aunque de aspecto andrógino que se encuentra frente a una buena cantidad de frutas y una frasca de vino. En la mano izquierda sujeta una copa que parece ofrecer al espectador. La cara aparece ligeramente colorada, como si estuviera un poco abotargado por el consumo excesivo, pero los ojos y la boca muestran una sensualidad plena. Ataviado con un buen paño de seda que deja al aire parte de su cuerpo musculoso y con una corona de hojas de parra, este Baco juvenil es una invitación a la fiesta. Tal vez sea una buena representación del ambiente que conoció Caravaggio en la Roma barroca: alegría, fiesta y goce. Eso sí, representado de manera magistral, haciendo uso de la mejor técnica pictórica que se tenía en esa época.
Rubens (1577-1640)
Las bacanales aparecen con frecuencia en la obra de Rubens porque el artista veía estas celebraciones como la esencia del ciclo que une la vida y la muerte. El dios del vino no podía tener un papel menor en la cultura de los clásicos y Rubens supo apreciar esa importancia. Eso sí, el pintor no se suma a la tendencia de pintar a Baco como un joven delgado y hermoso sino que prefiere mostrarlo como un hombre maduro y corpulento, con lo que ahora llamaríamos sobrepeso o quizá obesidad pero que para Rubens – sólo hay que recordar Las Tres Gracias – debía de parecerle el peso óptimo. Alrededor de Baco suelen aparecen personajes que comen uvas o beben vino y algunas fieras como tigres u otros felinos, que llevan el carruaje del dios o se postran a sus pies. En varios cuadros se lo ve sentado en una barrica de vino, como si fuera un trono, representando el triunfo de la fertilidad de la tierra y los instintos humanos. Como siempre, los cuerpos de los personajes parecen vivos, y casi se piensa que se pudieran tocar.
Velázquez (1599-1660)
El triunfo de Baco o Los borrachos es uno de los cuadros más famosos de Velázquez. Para el pintor fue su primera incursión en el mundo de los temas mitológicos, de los que luego realizaría otras grandes obras. La figura central, la de Baco, es también el primer desnudo masculino que pintó el artista sevillano. Pero como ocurre con frecuencia en sus obras, el lienzo ofrece numerosas interpretaciones. La más evidente es la capacidad de alegrar la vida que tiene el vino. Todos los personajes de la escena parecen alegres. El dios corona a un joven con una corona de hiedra, lo que suele relacionarse con los poetas. Tal vez nos esté hablando de la capacidad del vino como estimulante de la capacidad creativa de los artistas. En el lado derecho del cuadro aparecen los personajes terrenos, que visten ropas pobres y se muestran achispados, de ahí el segundo nombre del cuadro. A la izquierda hay un sátiro que levanta una exquisita copa de cristal llena de vino, y entonces estamos en el mundo ideal de los seres mitológicos. El vino es lo que une a un mendigo con un dios.
