Cualquier poeta que ame la vida puede cantar al vino. Así hay poetas de todas las épocas y todos los continentes que han escrito poemas en los que se destacan las virtudes de una copa de buen vino. Pero ninguno puede arrebatarle el título de poeta del vino a Omar Jayyam, un autor persa que utilizó esta bebida como imagen, esencia y metáfora con mil significados en su maravillosa obra.
Omar Jayyam nació en lo que ahora es el norte de Irán a mediados del siglo XI, probablemente el mismo año que nuestro Rodrigo Díaz, el Cid Campeador. Jayyam fue matemático y astrónomo, y de hecho hay un cráter de la Luna con su nombre en reconocimiento de su obra científica creada hace casi un milenio.
Su vida fue un vaivén emocional entre investigaciones astronómicas en su jardín secreto, alejado del mundo, y algunas amistades poco recomendables. Su obra literaria, creada al margen de modas y normalmente en contra de los criterios habituales de la moral de su tiempo, permaneció oculta a Occidente hasta el siglo XIX, cuando fue traducida.
Tuvo tanto éxito esa publicación en inglés que se ha fantaseado con una magnífica edición del libro más bello del mundo con sus poemas. Lo malo es que ese ejemplar único iba en el equipaje de uno de los pasajeros del Titanic, por lo que desapareció en el naufragio.
Jayyam escribió un número indeterminado de poemas en forma de cuartetas, las Rubaiyat, en las que muestra su visión del mundo y la vida. Y el vino.
Una lectura apresurada de sus poemas puede dar la impresión de que Omar era poco más que un borrachín al que le gustaba empinar el codo acompañado de jovencitas ardorosas y que sólo de esa manera encontraba un sentido a su existencia. Esta imagen es de una simplicidad absoluta.
En realidad se trataba de un alma que buscaba la libertad y la unión con el infinito. La ebriedad que puede suponer un consumo exagerado de vino era la representación del éxtasis, es decir, la identificación con la divinidad.
Jayyam celebra las virtudes de la “esencia de la uva”, pero no como un borracho conflictivo sino como el que busca algo más allá de las convenciones sociales y religiosas. Aunque habla mucho de vino y mujeres en realidad es un filósofo que, tras su apariencia satírica y obscena, busca la rectitud y la limpieza de espíritu.
Amin Maalouf lo convirtió en protagonista de su novela Samarcanda y Jorge Luis Borges lo hizo aparecer en varios textos, igual que es mencionado en obras de autores tan dispares como Oscar Wilde o Juan Ramón Jiménez.
Omar Jayyam fue una mente privilegiada, uno de los grandes científicos de su tiempo y para muchos uno de los poetas más importantes de la historia.
- “No temas la pobreza. No persigas el oro. Y bebe, que una vida tan llena de pesares hay que pasarla siempre en un sueño profundo o embriagado de vino”.
- “No renuncies al vino mientras sea posible. ¡Cuántas lamentaciones seguirían!”
- “No sepas de otra senda que la de la taberna, ni aspires a otra cosa que a vino, amor y música. Con la copa en la mano, con el odre a la espalda, bebe, bebe, querido, y calla siempre”.
- “Acepta de la vida cuanto te corresponda. Ven y llena tu copa de este buen vino. Ante pecados y virtudes, Dios queda indiferente. Tu parte de placer no la descuides nunca”.
- “Que sea nuestro tesoro el vino, y nuestra casa, la taberna, y que sea la embriaguez nuestra amiga”.
- “Llena otra vez la copa que nos libra del yugo de las vanas angustias y las vanas zozobras”.
- “Preferible es beber buen vino, y de mi amada gozar de la hermosura, aunque por breve tiempo, a esperar lo que acaso no será”.