Al jacobeo le gusta el vino.
Nunca hay motivos para correr en la carretera, y menos en Navarra. Desde Pamplona, en pocos kilómetros se llega a cualquier rincón de esta tierra tan variada. Es lo bueno, que se pasa desde los altos valles pirenaicos a la ribera del Ebro en un momento, igual que desde el territorio desértico de las Bardenas Reales a los espesos bosques de Irati.
Sí hay muchos motivos para conducir tranquilamente, a la velocidad que requiera la vía y el tráfico, pero con el ánimo de detenerse cuando algo llame la atención. Y en Navarra no faltan las tentaciones para un pequeño desvío.
Si nunca se ha viajado por Navarra hay que poner remedio urgentemente. Y si no se sabe dónde ir, lo mejor es recurrir a los clásicos. Qué buena idea sería viajar por el Camino de Santiago, que no debe de ser mal itinerario porque hace muchos siglos que se sigue. El que no quiera caminar siempre puede conducir tranquilamente y disfrutar de casi todo lo que la Ruta Jacobea tiene que ofrecer.
Pamplona es una ciudad que es buena para todo. Incluso para iniciar un viaje. Pero antes habrá que cumplir con las visitas que se merece. Habrá que caminar por la calle del Carmen tras los pasos de los peregrinos que han pasado por aquí en los últimos mil años. La Catedral, la iglesia de Santo Domingo, el Ayuntamiento y la Ciudadela bien merecen un paseo. No faltarán los rincones donde detenerse a tomar un tentempié de esos que calientan el cuerpo y revitalizan la mente.
Bien dispuestos emprendemos el viaje hacia Puente la Reina. Allí empezaremos a ver esas portadas románicas tan características de estas tierras, ese hospital de peregrinos, esas casonas solariegas que flanquean la calle Mayor. Hay que dar un paseo por la calle que sale de la plaza Mayor y llega al puente más famoso de todo el Camino. “Desde aquí”, dice la tradición, “todos los caminos a Santiago se hacen uno solo”.
Y siguiendo ese camino pasamos por Cirauqui, con su encantador pórtico de la iglesia de San Román, o Villatuerta, con un puente muy atractivo, hasta llegar a Estella.
Esto son palabras mayores. Estella es la ciudad más jacobea de toda Navarra. Un fado tradicional decía que Lisboa era antigua y señorial, pero esa canción podía estar dedicada a Estella, tan llena de palacios e iglesias que su enumeración sería interminable. Pero el ambiente de ciudad bulliciosa, de mercado y peregrinos, bien merece una visita sosegada. Siempre ha sido fin de etapa del Camino, lo que puede ser una buena sugerencia para nuestros reposados viajeros. Si a esto unimos una de las mejores chocolaterías de España con los famosos Bombones Torres.
Muy cerca aparece el monasterio de Santa María de Irache, en Ayegui. Durante varios siglos sirvió como Universidad y con algunos detalles que recuerdan al de San Lorenzo de El Escorial. No hay que pasar por alto la famosa Fuente del Vino. Tiene dos caños, uno de agua y otro de vino, y tiene dos letreros: «A beber sin abusar te invitamos con agrado. Para poder llevar el vino ha de ser comprado» y «Peregrino si quieres llegar a Santiago con fuerza y vitalidad de este gran vino echa un trago y brinda por la felicidad». Eso demuestra que el vino es salud.
La ruta pasa por los altos de Montejurra para llegar a Los Arcos. Allí se imponen dos etapas. Una, a la iglesia de Santa María, con mil detalles como la Virgen Negra y unas tallas que representan a unas estupendas alcachofas. La segunda parada debe ser en las Bodegas Valcarlos, unas instalaciones modernas y bien concebidas en donde reposan algunos de los mejores vinos que se producen en esta tierra. Qué gran combinación: Camino de Santiago, buena comida y mejor bebida. Pensamos que hay que hacer un alto en el viaje para disfrutar de esta etapa.