James Suckling visita Bodegas Campillo.
Pocos críticos sobre temas del vino habrá en el mundo más influyentes que James Suckling. Sus libros, sus videos y sus catas demuestran cómo se puede divulgar la cultura del vino. Descubrir sus 100 vinos chilenos favoritos o conocer un buen rosado hecho en Thailandia “escenifica” una visión muy global de la enología moderna. Su próxima visita a Bodegas Campillo seguro que trae nuevas ideas a las orillas de Ebro.
Este californiano de Los Ángeles, se dedicó desde muy joven al periodismo, realizando una importante y larga carrera profesional en Wine Spectator, la revista de referencia mundial en el universo de la enología. Después de vivir en París y Londres muchos años, ahora vive en la Toscana italiana, ya que los vinos italianos han sido siempre una – aunque no la única – de sus preferencias.
Después de trabajar treinta años en Wine Spectator abrió su propia página web, donde publica toda la información referente a su actividad como crítico y amante de los buenos vinos.
James Suckling es famoso por haber creado un estilo propio a la hora de expresar sus opiniones sobre los diferentes vinos que cata. Igual que no hay que saber de música para disfrutar de un buen concierto, para gozar del vino sólo hay que sentirlo, sin necesidad de grandes conocimientos técnicos. Lo importante a la hora de beber un buen vino es la emoción que despierta, y para ello no hacen falta conocer la ciencia que se esconde detrás de la enología.
Si cada vino es diferente de todos los demás, lo que hay que buscar en ellos es la armonía, el equilibrio entre sus diferentes características. Por eso, afirma que lo importante no es tanto el olor, ni el color, sino el sabor, la experiencia que se tiene al beberlo, la experiencia del paladar, el placer del retrogusto.
Un buen vino, suele decir, “es el que es capaz de emocionarte. Igual que la literatura o el amor”. Se puede juzgar un vino según los criterios establecidos de equilibrio, acidez, armonía, persistencia, etc., pero al final lo importante es lo que toca las emociones.
Después de tantos años dedicado a comunicar sus experiencias sobre el vino, sólo ha escrito un libro, dedicado al vino de Oporto. Con este tipo de vino tiene una relación especial, y siempre insiste en que él nació en 1958, un año que fue muy bueno para estos vinos portugueses.
Suckling siempre se ha mostrado partidario de los vinos europeos, y de hecho fijó su residencia hace muchos años en Europa para poder centrarse en las catas sobre el terreno.
Para Suckling, lo mejor de ser crítico de vinos es que, además de ser divertido e interesante, es que es muy estimulante intelectualmente. Parte de la gracia estriba, al catar un vino, en imaginar cómo ha llegado a tener esas características. Esa es una de las razones por las que prefiere realizar las catas en el lugar en donde se producen los vinos, caminar entre los viñedos y hablar con las personas que trabajan allí. Así puede conectar todos los elementos y ejercer una crítica con todos los datos.