Viana: Camino de Santiago, el pueblo que huele a pan.
Según han corrido los tiempos Viana ha sido lugar defensivo en la frontera o tierra de paso y de acogida. Ahora que se prepara para celebrar el séptimo centenario de su fundación, llevada a cabo por Sancho VII el Fuerte en 1219, la capital del principado que lleva su nombre se muestra orgullosa de su patrimonio y su historia. Tal vez sea uno de los mejores tesoros por descubrir en Navarra para los que no la conozcan.
Viana es la última población navarra en el Camino de Santiago. A ocho o nueve kilómetros aparece La Rioja, al otro lado del Ebro, y hacia el oeste el País Vasco está todavía más cerca. Los peregrinos de Santiago la conocen bien, por sus monumentos, sus buenos fogones y bodegas, algún acogedor hotel. El olor a pan por la mañana que sale del horno de Miguel Abadía marca la diferencia. Ese pan es la mejor barra energética para cualquier caminante que cruza el pueblo.
Y, a todos, sorprende por su historia. Viana nació como villa fortificada en lo alto de un cerro, con calles estrechas y sólida muralla. De lo que fue un enclave fronterizo en el siglo XIII acabó siendo una ciudad floreciente, sobre todo en los siglos XVI y XVII. El Camino de Santiago siempre ha sido una de las fuerzas que han marcado su historia, aunque no la única. Fue sede de monarcas, que traían consigo una corte opulenta que mandó construir palacios e iglesias, de la que quedan numerosas muestras. En 1423 se instituyó el título de Príncipe de Viana, que en la actualidad ostenta Don Felipe de Borbón.
Su importancia estratégica, controlando el paso del Ebro hacia Logroño, ha hecho que la historia de Viana esté llena de acontecimientos de gran importancia y de personajes verdaderamente singulares. El más destacado se descubre al visitar la iglesia de Santa María. Allí, fuera del recinto pero junto a la portada oeste, se encuentra el sepulcro de César Borgia, uno de los personajes más fascinantes y decisivos de todo el Renacimiento. Murió en una emboscada en los alrededores de la villa en el transcurso de la Guerra Civil Navarra, y la presencia de Borgia en estas batallas es la prueba de la importancia de Viana en la geoestrategia europea de esos tiempos.
La iglesia de Santa María, de estilo gótico aunque con añadidos renacentistas, es el gran monumento y el principal objetivo de los visitantes. El retablo mayor es sólo el principal de los numerosos tesoros que guarda en su interior. El templo de San Pedro está en ruinas pero conserva una portada barroca muy interesante. En la ciudad y sus alrededores hay conventos, iglesias y ermitas, que hablan de la importancia de Viana a lo largo de los siglos.
La arquitectura civil es tan importante como la religiosa, y un paseo por las calles permite descubrir un buen número de palacios y casas solariegas, como los de Dicastillo, Cereceda, Múzquiz-Aldunate, Ichaso, Añoa y Busto, Ripa y un largo etcétera. Muchos ostentan escudos nobiliarios en sus fachadas, y algunos tienen el aspecto de palacios italianos. Las plazas de los Fueros y del Coso han servido siempre de centros de la vida urbana vianesa.
Tanto los peregrinos a Santiago como los turistas se aprovechan de la gran oferta gastronómica de Viana. Estas tierras están incluidas en la Denominación de Origen Calificada Rioja, que incluye no sólo una parte de La Rioja y Álava sino también de Navarra. Además de buen vino, Viana es tierra de alubias rojas y de celebrados embutidos tradicionales. Y no hay que olvidar las mantecadas y el pacharán. Imposible no quedar satisfecho, de cuerpo y alma, después de una visita a Viana y si es tomando alguna de las buenas referencias de Marqués de Valcarlos, en alguna de sus terrazas, mejor que mejor.