Moderno, clásico y eterno.
Poco a poco las bodegas se van despertando de su letargo invernal y abriendo sus puertas para los amantes del enoturismo. La primavera invita a ver cómo renacen las cepas y a hacer planes para disfrutar del tiempo libre.
Las bodegas del grupo Familia Martínez Zabala ya están preparadas para recibir a todos los amantes del enoturismo. De entre ellas, hoy destacamos Bodegas Faustino.
Al abrirnos las puertas de su bodega nos adentramos en la misma historia del vino. Los 160 años que llevan dedicándose a su crianza nos envuelven en los primeros pasos que damos por su territorio.
Visitar Oyón, la Rioja Alavesa, nos regala paisajes y caminos verdaderamente idílicos en los que podemos ver yacimientos de la Edad de Bronce, la huella del Medievo, el Ebro bañando la tierra. Con estos precedentes, la escapada es más que atractiva. Ahora sólo necesitamos tiempo.
Si además tenemos el privilegio de poder entrar en las Bodegas con mayor tradición de la Rioja Alavesa, el fin de semana es redondo. Faustino nos ofrece una experiencia única. Conocer sus 160 años de historia alrededor de una copa de vino.
Visitaremos la bodega, cataremos tres vinos con aperitivo maridado, y con mosto, si llevamos menores de 18 años. El próximo viernes 15 de abril y el sábado 16 son las primeras fechas que podemos reservar. Con visitas a las once de la mañana y a la una de la tarde, nos recibirán con los brazos abiertos y las botellas descorchadas. Y para rematar, los anfitriones nos obsequiarán con un regalo sorpresa.
Y si nos quedan ganas después de la visita a seguir descubriendo tesoros de la Rioja Alavesa, os recomiendo una excursión a Labraza. Están entre Laguardia y Oyón. Entre Campillo y Faustino para entendernos mejor. Un paisaje que transmite la pasión por el viñedo.
Labraza es una joya medieval, una población fortificada y de las mejores conservadas del mundo. También es la villa amurallada más pequeña de Euskadi. Enclavada en lo alto de una colina, fue el Rey Sancho VII de Navarra el que la fundó. El pueblo son en realidad tres calles estrechas, con pasadizos y placitas en las que dejar transcurrir el tiempo escuchando el repiqueteo del agua en sus fuentes. Con una tarde nos basta, pero seguro que luego lo recordamos.
Merece la pena visitar concretamente la Fuente del Moro, del siglo XIV, y buscar en uno de sus caños el rostro gótico que se esconde. Esta fuente está excavada en la ladera sur de la muralla y antiguamente tenía desde ella un pasadizo secreto por el que se podía entrar al interior de la villa. Un remate perfecto para nuestra escapada enoturista a Bodegas Faustino.