Valcarlos es uno de esos lugares especiales en los que se combina la historia, la naturaleza y la leyenda. Todo parece confluir en este lugar: los valles de los Pirineos, el Camino de Santiago y las leyendas medievales de Carlomagno y Roldán. Como decían las viejas guías francesas, “vale la pena el viaje”.
Se habla de Camino de Santiago cuando en realidad debería ser “los Caminos”, muchos que venían de toda Europa e iban confluyendo poco a poco. Por Francia ya había sólo cuatro principales – las vías Turonense, Lemosina, Podense y Tolosana – pero las tres primeras se acababan uniendo en una sola que atravesaba los Pirineos desde San Juan de Pie de Puerto. El itinerario más frecuentado pasaba por Luzaide/Valcarlos (la población tiene dos nombres oficiales) antes de enfrentarse al alto de Ibañeta y pasar por Orreaga/Roncesvalles, otra de las etapas fundamentales de este tramo. Desde hace más de mil años Valcarlos ha sido lugar de paso de un número incontable de peregrinos de toda Europa, que hablaban mil lenguas diferentes pero todos dirigían sus pasos hacia la tumba del Apóstol.
Valcarlos muestra con orgullo su escudo, de dibujo ajedrezado. Entramos de lleno en la leyenda que sobrevuela este valle y recordamos el momento narrado en La Chançon de Roland en la que Carlomagno está enfrascado en una partida de ajedrez con su cuñado, el traidor Ganelón, cuando resuena, retumbando sobre los altos valles, la llamada del cuerno de Roldán, cuando era derrotado. La tradición afirma que el tablero sobre el que se jugaba la partida es la reliquia que se conserva en la Colegiata de Roncesvalles y que es conocida por todos como el Ajedrez de Carlomagno.
No es necesario insistir en el hecho de que siempre se ha considerado que el nombre de Valcarlos hace referencia al emperador Carlomagno, por los sucesos narrados en La Chançon de Roland y por todas las leyendas asociadas que suceden en este valle. Según la Kaiserchronik —la “Crónica Imperial” escrita en el siglo XII en la que se cuenta la historia de los reyes y emperadores romanos y germánicos para establecer una relación directa entre unos y otros – el propio Carlomagno levantó aquí una iglesia en el llamado Bosque de las Lanzas para conmemorar el hecho de que las lanzas clavadas en tierra por un ejército de doncellas florecieran milagrosamente convirtiéndose en una espesa floresta.
Valcarlos tiene la peculiaridad de ser uno de los pocos municipios españoles que se encuentran en la vertiente norte de los Pirineos, añadiendo un detalle más a su larga serie de curiosidades históricas y geográficas. Lo que sí comparte con otros pueblos de la zona es el tipo de poblamiento, que no se basa en un núcleo único sino en varios barrios, separados entre sí hasta varios kilómetros.
Si fuera posible, uno de los momentos para visitar Valcarlos es el día de la Pascua de Resurrección porque es la ocasión de ver a los Bolantes, los danzantes locales, que celebran una ceremonia muy importante en la vida de la zona. Aunque ahora se celebra en primavera, la tradición de los Bolantes se relaciona en su origen con el Carnaval.
Valcarlos sigue hoy inmerso en plena naturaleza, entre laderas cubiertas de hayas, castaños, robles y fresnos, con caseríos desperdigados. La zona incita al paseo, por veredas entre los bosques. También se puede ir en busca de la cultura prehistórica, con restos importantes como el dolmen de Lauriña y el crómlech de Lehertza.
Por todas partes se conservan caseríos, casonas y antiguos hospitales cuya construcción se remonta a la Edad Media. Se dice que Irauzketa, el edificio más antiguo de Valcarlos, se construyó hace 900 años. Es fácil encontrarlo, frente a la parroquia actual.
El visitante deberá buscar la posibilidad de probar algunos platos propios de la gastronomía local, como la gallina rellena. Qué bien queda con una buena botella de Marqués de Valcarlos , el vino que toma su nombre del marquesado creado para honrar a uno de los hijos de esta localidad.
