Santos y vino

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Santos y vino

El rezo y la viña son buenos amigos.

No es difícil de imaginar que a los santos católicos les gustase el vino teniendo en cuenta que la sangre de Cristo se transformó en tan preciado producto y que beberlo era sinónimo de salvación. La vida de los santos ha ido unida muchas veces a las bonanzas o adversidades en el mundo del vino y ya de paso, que a varios de ellos se les encomiende la misión de tener una buena o mala cosecha.

Unos por borrachines y otros por protectores de la vid, estos son los santos que siempre están presentes a la hora de tomar una copa de vino.

 

San Lorenzo.

San Lorenzo es conocido por su guasa a la hora de pedir que le pusieran del otro lado en la parrilla, que por el frente ya estaba tostado, pero no todos sabemos que San Lorenzo es el gran protector de los elaboradores de vino.

Debe ser que al buen hombre, además de gustarle los chistes y el buen humor, también le gustaba tomarse unos chatos de vez en cuando… Es en Étables, Francia, donde se empieza a venerar al santo justo antes de empezar las vendimias. Sacaban su imagen con un racimo de uvas en la mano y se le rezaba para alejar de las viñas el rayo y la tempestad. Esta tradición luego se extendió por otros países como aquí en España, donde en Aragón y Galicia se le ofrecen los primeros racimos de uvas vendimiadas.

 

San Vicente

Otro de los santos a los que se representa siempre con un racimo de uva tinta y una podadera en la mano es San Vicente. De ahí que sea el patrón de los viticultores. No se sabe muy bien si San Vicente era muy dado al trago de vino… algunos cuentan que su relación con este mundo es por la similitud de la rueda en la que le torturaron, muy parecida a la que prensaba la uva para sacar el mosto… En cualquier caso San Vicente es muy venerado en la Borgoña y también en varios puntos de España como patrón del vino.

En Lugo, la fuente de San Vicente todos los años obra el milagro de transformar el agua que brota de sus caños en vino. 300 litros nada más y nada menos que reparte cada año este buen santo a los lucenses que se reúnen en la Praza do Campo.

 

San Martín de Tours

A San Martín se le achaca el haber convertido el agua en vino entre otros muchos milagros, y con esta gran excusa cada 11 de noviembre todos los devotos del santo beben vino y comen ganso como si no hubiera un mañana.

En La Palma, en Salamanca, en Extremadura… San Martín es el santo que más refranero relacionado con el vino tiene de todo el santoral… «Por San Martín, abre la espita al tonel y bebe de él»… «Castañas, nueces y vino son las alegrías de San Martín».

 

San Genarín

De este santo sí que se puede decir que era un auténtico profesional de la taberna. Ni tortura ni milagros son los que le unen al mundo del vino, si no sus ganas de juerga y exaltación de los placeres.

Genarín, de apellido Blanco, era un curtidor de pieles de León con mucho ingenio y al que le gustaba disfrutar del bebercio, de los amigos canallas y los favores de las mujeres de vida alegre. Un Jueves Santo Genarín, chuzo perdido, desahogaba sus necesidades fisiológicas en la calle cuando un camión de la basura lo atropelló y lo mandó para el otro barrio.

El pobre Genarín no fue nunca consciente de la devoción que despertó su persona en la zona, ni de que cada Jueves Santo salga una procesión de borrachos entonando la oración «y siguiendo tus costumbres que nunca fueron un lujo, bebamos en tu memoria una copina de orujo».

 

Santa Catalina

En realidad la pobre Catalina nada tiene que ver con la bebida de Baco, pero en el inconsciente colectivo de todos los niños de postguerra se vincula su imagen con la fabulosa Quina Santa Catalina, ese vinillo dulce que tantas alegrías daba entre los infantes. Más de uno descubrimos nuevas vías gastronómicas en nuestra niñez.

La historia de esta bebida no tiene precio y hoy en día a más de un padre le quitarían la custodia por administrar 15 grados de alcohol a sus vástagos.

Los vinos quinados fueron muy populares en los años cincuenta y sesenta en España… la Quina San Clemente y la Santa Catalina (que es medicina y es golosina) no faltaban en los botelleros y en los botiquines de las casas españolas. Quina, huevo y azúcar… un gran reconstituyente para abrir el apetito de los niños inapetentes…