El arte de brindar

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El arte de brindar

Brindar es una de las mejores cosas de la vida. Salvo excepciones, se brinda cuando se está en buena compañía y en un momento agradable. Hay alegría, optimismo, algo que celebrar. Además, cuando llega el momento del brindis ya se ha bebido un poco, así que la carrera hacia la felicidad está avanzada. También suele haber algo que celebrar, con lo que el ánimo festivo impregna las almas de los comensales y el buen humor se adueña de la mesa. Un banquete sin brindis es medio banquete.

El arte de brindar

Decir  brindis es decir vino desde la más remota antigüedad. ¿con qué otra bebida se puede brindar, con que brebaje nos atreveríamos a desear lo mejor a nuestros acompañantes o a recordar a quien no está con nosotros? El vino es el único acompañante fiel en nuestras celebraciones.

Hay constancia de brindis desde hace muchos siglos. En la época clásica, griegos y romanos brindaban en sus banquetes. Hay quien dice que muchas culturas fomentaban el brindis como manera de evitar suspicacias. En una época en que envenenar al enemigo estaba a la orden del día, un brindis en el que se entrechocaban fuertemente las copas hacía que parte del líquido saltara de una copa y cayera en la de los otros comensales, prueba palmaria de que no había veneno en la copa que se había ofrecido al invitado.

El arte de brindar

Curiosamente la palabra brindis tiene dos acepciones porque significa tanto la acción de brindar como las palabras que se dicen en ese momento. Un brindis puede ser un simple ¡Salud! Como un discurso, ya sea preparado o improvisado. Hay culturas en las que el brindis es el momento fundamental de la celebración y es un ritual importantísimo que no todo el mundo puede realizar. Es una tarea encomendada a unas personas especiales.

En nuestra lengua brindis es la acción de brindar y también lo que se dice al brindar; en este segundo sentido puede consistir en una simple exclamación (¡Salud! es muy usada y antigua, como después veremos), en una alocución espontánea e improvisada, o en un discurso poético conocido de memoria por quien brinda.

El brindis que solemos practicar en la actualidad es una costumbre de origen alemán. La misma palabra nos lo indica ya que es la adaptación de la frase alemana “Ich bring dir’s”, que se puede traducir como “yo te lo ofrezco”. Esta expresión, convertida en palabra, llegó a nuestro idioma en el siglo XVI.

Brindar es la prueba de que vivimos un momento especial. Y aunque no hace falta que sea una boda, algo tiene que haber.

Por eso han surgido desde tiempo inmemorial fórmulas ceremoniales para cumplir solemnemente con este momento. La cultura popular está llena de refranes, coplas, chistes, historias y dichos que nos ayudan también en ese momento especial.

El vino es, en muchas ocasiones, protagonista del propio brindis, más allá de la persona recordada u homenajeada. Porque es tan importante uno como la otra. Con la ayuda del vino la alegría inunda la celebración, se borran las diferencias entre los participantes y sólo se ve el lado bueno de la vida.

El brindis es algo tan importante que aparece con frecuencia en las obras de los autores más importantes de distintas épocas. Los grandes escritores del Siglo de Oro introdujeron rápidamente esa costumbre de origen alemán. Cervantes, Quevedo, Tirso de Molina y tantos otros se hacen eco de esa novedad de la sociedad. El vino, evidentemente, es el único protagonista. También, compositores anónimos y populares han hecho de ese momento la inspiración de sus pensamientos. He aquí algunos ejemplos:

“Brindo por el vino. Brindo por el blanco, tinto y clarete, y por Noé por ser el santo que al vino primero le dio el ser”.

O este otro: “Este es el jarro, este es el vino y este es el codo con que yo empino”.

O este

“Vino vinin, de la copa copin, de la cantincopa. El que no diga tres veces:
Vino vinin, de la copa copin, de la cantincopa, no beberá ni gota.
¿De donde eres? De Villarramiel.
¿vecino? De Gibraltar
¿Donde tienes la casa? En la plaza.
¡¡Caramba !! Junto a mi casa.
¿ y la viña? En la cuesta.
¡¡Caramba !!, junto a la nuestra.
¿Cómo se llama tu mujer? Marí­a.
¡¡Caramba !!, como la mí­a.
¿Y tu hermana? Ana.
¡¡Caramba !!, como mi hermana.
Y cómo es que siendo de Villarramiel, vecino de Gibraltar; teniendo la casa en la plaza; caramba junto a mi casa; y la viña en la cuesta; caramba junto a la nuestra; y llamándose tu mujer Marí­a; caramba como la mí­a; y tu hermana Ana; caramba como mi hermana.
¿Porqué no nos conocí­amos? Porque no bebí­amos.
Para que nos conozcamos, BEBAMOS

Levantemos pues nuestras copas y brindemos.

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